Diana Ionela Novac
A nosotros, los adolescentes, nos llegan continuamente a los oídos mensajes como “si quieres mejorar tu ortografía, tienes que leer más” o “si quieres saber muchas cosas, lee mucho”. Muchas personas consideran estos mensajes repetitivos e insignificantes, pero tienen mucha más razón de la que creemos.
Según Stephen King (autor de libros como El Resplandor, It y Carrie), «los libros son una incomparable magia portátil». Y es que leer libros realmente es muy beneficioso. Cuando se lee un libro, se aplica el razonamiento, la memoria y la percepción, se mejora la ortografía (sí, es verdad, no es solo una excusa para que leas los libros de lectura obligatoria) y se estimula el uso de la empatía.
Gracias a la lectura, podemos comprender mejor qué es lo que sienten los demás. Cuando uno se sumerge en un libro, llega a olvidar lo que ocurre a su alrededor, por lo que permite escapar de las tensiones del día a día y baja el estrés. El neuropsicólogo David Lewis explica: «No importa qué libro lea. Al perderse en un libro atractivo, puede escapar de las preocupaciones y el estrés del mundo cotidiano y comenzar a explorar el reino de la imaginación del autor».
Volvamos un momento a una de las frases del principio. El hecho de que la lectura aumente la inteligencia tampoco es ninguna mentira. Para probar esta teoría se estudiaron 890 gemelos idénticos cuando tenían 7, 9, 6, 12 y 16 años y se descubrieron mayores avances en el aprendizaje de los niños que leían más.
Por otro lado, muchas veces hemos escuchado que ahora no hay tantos lectores como antaño. No obstante, hay varios estudios, uno de ellos realizado por el grupo Planeta, que indican que los lectores juveniles han aumentado casi un diez por ciento en los últimos tres años. Aún así, la lectura está aún muy infravalorada por la sociedad, y también influye el hecho de que los libros no sean especialmente baratos y que aplicaciones como Instagram y Tik Tok, sean gratis.
Aunque los libros tienen precios altos, existen lugares que tienen centenares de libros a la disposición de todo el mundo, que se pueden coger prestados sin soltar un solo céntimo: las bibliotecas. Estos mágicos lugares no solo sirven para estudiar; cada libro que se lee sirve para formar el espíritu crítico y cada historia enseña algo que no sabes. Personalmente, frecuento la biblioteca de Bétera, que cuenta también con un club de lectura donde, una vez al mes, se comparten interesantes opiniones sobre diferentes libros y se conoce a personas que también disfrutan al perderse en los mundos que ofrecen esas hojas encuadernadas cubiertas de símbolos.
Lavoisier, un verdadero lector
Antoine Laurent Lavoisier, un químico conocido como “el padre de la química”, fue condenado a muerte en 1794 por, supuestamente, aumentar el peso del tabaco con agua, por lo que el tabaco que vendía era más caro (en realidad, fue el fanatismo y la ceguera de la Revolución francesa lo que lo mató, ya que, según ellos, “la República no necesita sabios” ). Se cuenta que mientras Lavoisier esperaba su turno en el patíbulo, leía un libro y no dejó de leer hasta que el verdugo lo llamó para ejecutarlo; en ese momento sacó un marca páginas de un bolsillo y lo colocó donde había dejado la lectura, como si fuera a continuarla más allá de la muerte.
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